domingo, 30 de septiembre de 2007
Meditando
"Para producir es necesario salir de las oficinas, internarse en el campo, ensuciarse las manos y sudar. Es el último lenguaje que entienden el suelo, las plantas y los animales".
Dr. Norman Eborlaug (Premio Nobel de la Paz, 1971).
Esto de alguna manera ha sido dicho. Más que de alguna manera de mil maneras.
Si ustedes nos siguen - este es un trabajo con testigos - lo han escuchado más de una vez. No tan redondo. No con tanto poder de síntesis. Pero descubrirlo es maravilloso.
Con razón Borges decía: "uno no llega a ser quien es por lo que escribe, sino por lo que lee".
A mí me da la sensación de que, sin embargo, la gente lee cada vez menos, la juventud lee cada vez menos. Les hemos cortado la inspiración de la lectura. Les acortamos además el poder de indecisión para aislarlo de ella.
Antes el adversario era el cine.
Pero había que contar con la entrada, las ganas de salir nuevamente de casa apenas allegado del trabajo, el calor, el frío, lo tarde que pueda terminar...
Hoy, la "bendita tv" soluciona todo. Hasta el espacio que dan las tandas comerciales para ir al baño. Y todos en casa. Y además, no tenemos que tragarnos nada de mal gusto, podemos - para eso existe - usar el zapping, probar con veinte posibilidades desde nuestro sillón preferido.
Comiendo si queremos mientras vemos la película, de la manera que nos guste, con el ventilador o el aire si hace calor, con la estufa si hace frío.
No importa si llueve afuera, no tenemos que regresara, en fin.
Montones de comodidades, de pasar a gusto y mayor diversidad para alcanzarnos todo a la mano ha ido apropiándose de nuestra voluntad, enajenándonos.
Sin embargo, nosotros, que por "deformación profesional" nos inclinamos reverentes frente a este aparatito tan dúctil, tan generoso a veces, tan perverso en otras, no podemos dejar de defender el libro.
El libro que elegimos o en el peor de los casos eligió un amigo, una amiga, conociendo nuestro deleite por la lectura: un buen libro.
Ese al que podemos volver cuantas veces queramos. Ese que produce, cuando lo encontramos, un deleite incomparable. Ese que nos enriquece, nos vigoriza, nos despierta en el espíritu el incomparable terreno del arte. Ese contenido espiritual que es material cada vez más rico para bien interpretar la vida. Eso, que de alguna manera, nos devuelve al tiempo real.
Eso que emerge desde el fondo de esta tierra generosa: Juana, Oribe, Monegal, Lucas, Molina, Guerra...
Esa tierra prodiga, sin oficinas, con sudor, como la levadura del pan tan necesario.
Contenido del alma que retorna a la tierra y se esparce como todo conocimiento.
Utilidad de la lectura.
Recompensa del alma.
Amanecer de cada día, a pesar de los años, que cuando hemos vivido poco nos faltan muchos y que cuando hemos vivido mucho nos quedan pocos.
Frente a todo lo rimbombante, a la majestuosidad del desarrollo tecnológico, al avance de la ciencia, a la globalización tan mentada, nada, absolutamente nada, ha podido desvanecer el eterno mensaje de la tierra.
Aunque muchos no lo entiendan.
Ojalá sepamos salir de las oficinas del alma, internarnos en el infinito mundo de los campos, ensuciarnos las manos y sudar.
Vivir simplemente...
Que sigue siendo doloroso, pero es la verdadera aventura de este y de cualquier tiempo.
Walter "Serrano" Abella
Publlicado en "Cerro Largo Rural" en marzo de 2007
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